Ocrospoma, Jesús María y la batalla por el espacio público
En una carta enviada recientemente a los vecinos del distrito de Jesús María, el alcalde de Jesús María, Enrique Ocrospoma, se lanza en una suerte de cruzada justiciera en defensa de los intereses de sus electores frente “al abuso y atropello de los vecinos” que estaría a punto de protagonizar la alcaldesa de Lima, Susana Villarán. El abuso, en pocas palabras, se trataría de que la Municipalidad Metropolitana de Lima pretende asumir la titularidad y administración del Campo de Marte, el Centro Cultural y la Concha Acústica de dicho parque.
Es difícil entender exactamente cuál es el trasfondo de este enfrentamiento, ya que la información accesible al ciudadano promedio sobre lo que sucede en la administración pública local es prácticamente nula. La carta enviada no ayuda de mucho, aunque creo que es sabio asumir que lo que pretendía Ocrospoma con ella no era informar a sus vecinos, sino realizar propaganda política con fondos públicos. Aunque no es posible por ahora entender qué es lo que está sucediendo realmente y cuáles son los motivos que tiene la Municipalidad de Lima para buscar centralizar la gestión del Campo de Marte, sí quisiera compartir cuatro reflexiones veloces e improvisadas sobre este incidente, en el que se enfrentan distintas visiones de lo público, la ciudadanía y la cultura.
1) En los últimos años hemos presenciado una brutal ofensiva contra parques y espacios públicos que han sido enrejados, pavimentados, privatizados y mutilados frente a algunas pocas voces de protesta entre los ciudadanos y el casi unánime silencio de los medios de comunicación. Esto se ha visto seriamente agravado por la ausencia de una autoridad única y autónoma capaz de fijar reglas claras y bien establecidas que se apliquen la misma manera a toda la ciudad y que sean decididas de manera transparente e, idealmente, participativa. La pelea que observamos hoy entre la Municipalidad de Jesús María y la de Lima parece ser la consecuencia de intentar centralizar las decisiones sobre espacios públicos en una ciudad donde las municipalidades distritales están desde hace mucho acostumbradas a actuar como feudos (específicamente, según tengo entendido, desde 1994, cuando se promulga la Ley Orgánica de Municipalidades en el primer periodo de Fujimori, aunque si alguien tiene información más precisa, la agradecería).
Lo que resulta especialmente preocupante es que Ocrospoma parece haber perdido de vista que los parques no son propiedad de los vecinos, sino lugares compartidos por todos los ciudadanos. Esta “confusión”, lamentablemente, parece estar bastante extendida entre los alcaldes distritales de nuestra ciudad, que apelan con frecuencia a un sentimiento de posesividad y territorialidad al utilizar el esquema de “los vecinos” vs. “los otros” (ese “otro” es siempre un chivo expiatorio de turno frente al que cerrar filas: los skaters, los residentes de otros distritos, los migrantes, los jóvenes que tocan música en el parque, las parejas, los homosexuales, etc.). En este contexto, los espacios públicos se convierten en campos de batalla entre distintos modos de vida, prioridades políticas, prejuicios y expectativas.
2) Es igualmente alarmante la distinción que Ocrospoma realiza entre “cultura” y “folklore” en la carta. Al respecto, Ocrospoma afirma que, de asumir la Municipalidad de Lima la gestión del Campo de Marte, en este se realizarían “carnavales, pasacalles y actividades folclóricas” en detrimento del actual Campo de Marte en el que “la cultura, el deporte y la recreación mantiene el nivel que merece nuestra comunidad”. La idea de fondo es racista y clasista, además de fomentar de manera explícita la exclusión social no solo entre distintos habitantes de la ciudad, sino posiblemente entre los propios residentes de su distrito. No voy a explayarme más sobre este punto porque creo que esas afirmaciones hablan por sí mismas.
3) Con respecto a su recientemente asumido rol de defensor de los espacios públicos de su distrito, ¿estamos hablando de la misma persona que tenía el plan de privatizar una parte del Campo de Marte para concesionarla a un parque de diversión y que lo cerró durante semanas para realizar la feria privada “Mistura”? Mistura es un evento masivo, que perturba el tráfico de la zona y que atrae a miles de personas de otros distritos. El público asistente, sin embargo, conforma las capas más altas de la población limeña (el porcentaje de personas en los sectores C, D y E que asisten a ferias gastronómicas en bajísimo), por lo que se podría inferir que lo que perturba al alcalde de Jesús María no es la cantidad de gente, sino más bien su procedencia, su nivel de gasto y el tinte de su piel. Con estos antecedentes (que más bien parecen prontuario), resulta difícil de creer que esta carta esté genuinamente desvinculada de la actual coyuntura política. Sobre el perfil socioeconómico de los asistentes a las ferias gastronómicas, resultan ilustrativas las cifras de la última encuesta metropolitana del observatorio ciudadano “Lima Cómo Vamos”. Dicho sea de paso, ¿estamos hablando también del alcalde que intentó licitar 4,200 metros cuadrados de áreas libres de la Residencial San Felipe, uno de los pocos espacios planificados de esta ciudad, para ampliar el área comercial de un supermercado?
4) Finalmente, para quienes hemos vivido o crecido en Jesús María (y especialmente los sentimentales como yo que dejaron allí un pedacito de su corazón), es verdaderamente doloroso presenciar la manera en que el distrito ha muerto en manos de su actual alcalde. Las pistas y veredas se han ido oscureciendo a la sombra de edificaciones inmensas, completamente fuera de escala con las construcciones más antiguas, y muchas veces levantadas en calles angostas y pequeñas; la vida barrial se ha visto desplazada por interacciones impersonales entre vecinos que no comparten más que un bocinazo al salir de su casa; y el antiguo uso mixto de las calles (casas y negocios lado a lado) va desapareciendo para abrir paso a inmensos edificios cuyos garajes y muros alejan cada vez más la vida privada de la pública. Sobre esto, los urbanistas Jan Gehl y Hook han propuesto entre sus “10 principios de la movilidad sustentable”, la necesidad de mezclar los usos del suelo. Esto quiere decir, fomentar calles que alberguen una diversidad de tipos de uso, con espacios públicos y comerciales en los primeros pisos y espacios residenciales en las plantas altas (podemos pensar, como ejemplo, en algunos barrios de la ciudad de Buenos Aires). Esto ayudaría a evitar la suburbanización de las ciudades y la exclusión de la forma de vida de cientos de personas, que se ven forzadas a mudarse cuando sus negocios se ven expulsados en virtud de un modelo de vida “residencial y exclusivo”, además de crear barrios más vivos y democráticos. Espero poder explorar un poco más esta idea en otro post, pero quisiera señalar que son varios distritos de Lima (entre ellos, Jesús María) los que avanzan en dirección opuesta a este principio.
Soy consciente de que este último punto no tiene que ver con el caso específico del Campo de Marte, pero tenía que decirlo.
Finalmente, sería positivo que la Municipalidad Metropolitana de Lima hiciera públicos los motivos de su intento de centralizar la gestión del Campo de Marte y aclarar si estos responden a una política que se aplicará paulatinamente a toda la ciudad o exclusivamente a este caso. Eso ayudaría a poner en debate algunos temas cuya reflexión está ya varios años tarde. Cambio y fuera.