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La Lima del Metro

Publicado: 2014-07-31


La fotógrafa Gladys Alvarado me invitó a participar de la exposición "La Lima del Metro" con algunos textos. Amable y comprensiva, me dejó en libertad absoluta para escribir lo que me viniera en gana, lo que resultó en siete fragmentos sueltos inspirados en sus fotografías. Comparto un par de los textos, así como las imágenes que los motivaron, junto con una invitación para ver nuestra ciudad, compleja y extraña, desde una perspectiva completamente nueva.

La exposición va en la Sala Porras Barrenechea del Centro Cultural Ricardo Palma (Larco 770, Miraflores) hasta el 8 de agosto.

i.

Tiza sobre el suelo. Cuatro líneas perpendiculares que marcan un rectángulo. Un templo construido sin paredes ni suelo firme. Una iglesia abierta y sus fieles todos correctamente vestidos para la ocasión.

Vaya uno a saber qué hace que del fútbol una religión en esta ciudad de hinchas que matan hinchas, de barras bravas y selección que nunca más verá un mundial, pero allí están los dos equipos, bajo el sol todavía hiriente del final del verano, cada uno en su lugar esperando un pase, un gol , un instante de gloria con la pelota. Barrio tras barrio, distrito tras distrito, la mañana del sábado se debate igual entre quienes engañan la resaca extendiendo la borrachera afuera de una bodega y los que salen temprano después de una semana larga para no perder el alquiler de la cancha. El sábado al partido de fútbol, los domingos a la iglesia, la semana a sobrevivir.

Es que aficionarse al fútbol en esta ciudad tal vez sea un poco como ir a la Iglesia sin promesa de paraíso por delante. Porque la verdad es que, a pesar de lo que se diga desde el púlpito, esa es una promesa en la que ya nadie cree. Será que no vamos a la iglesia para ganarnos el cielo, sino para hacer más tolerable el tiempo en la tierra. Compramos esperanza y la promesa de la gloria. Debe ser eso, claro. Es que por algo no hay pueblo ni barrio sin parroquia ni cancha de fulbito ni bodega donde comprar unas chelas.

ii.

Lima es un ser extraño. Sus casas sin arquitectos, pensadas siempre para albergar un piso más y otro sobre ese, para ser casas de los padres y los hijos que vivirán sobre ellos y los extraños que alquilarán un cuarto y mudarán a sus novias y conocerán a los hijos, parecen el remedo de la arquitectura moderna de otras ciudades. Techos planos que no son traba para la expansión, como tampoco lo es el desierto eterno sobre el que se delinean más manzanas y se apilan más ladrillos. Caminando entre sus calles, los extranjeros se preguntan cómo hacen los techos planos para no colapsar bajo el peso de la lluvia, dónde están las cañerías que drenan el agua que se acumula en las azoteas. Los limeños nos reímos y nos preguntamos cómo será vivir así, cuidándose del agua. Ambos nos miramos con incredulidad.

En algunos barrios construidos por migrantes que no vinieron de la sierra, sino del otro lado del mar, algunos levantaron techos diagonales cubiertos de tejas, construyeron con madera en una ciudad donde no crecen los árboles. A veces se adivinan formas triangulares en el resto de la ciudad, simulacros de construcciones que tienen sentido en algún otro lugar. En la mayoría, los techos de Lima son cuartos de ladrillo, depósitos de calamina, tendederos de ropa, el hogar de perros enloquecidos, refugio de parejas adolescentes que callan un gemido en medio de la noche. Pero allí van dos gatos arañados, despertando a todo el barrio y deshaciendo el esfuerzo de la pareja clandestina.

Los techos de Lima hablan y tienen el color de la ciudad. De ese que permanece a pesar de los esfuerzos de sus habitantes por pintar sus fachadas de turquesa. Tienen el color del desierto y la arena, del polvo que barren y barren de las veredas solo para empujarlo a la del frente. En sus techos se encuentran la vida de afuera con la vida de adentro y se revelan como iguales. Son techos que cuentan lo que las fachadas quieren callar, la precariedad que se asoma incluso detrás del más conmovedor esfuerzo.


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Cuando todos se iban, yo me quedé. Todavía sigo intentando entender por qué. Escribo sobre política, cultura, espacio público y cambios urbanos en Lima. El blog va mitad en plan de catársis, mitad en serio.